Thursday, August 24, 2006

TRAMAR LENGUAJES EN LA PERIFERIA_

Extracto del catálogo Awkin Ñi Mapuntu_territorialidad de los ecos (Instalación Sonora, 2004).

Escribir en torno a la obra de un artista; escribir al borde de la obra -por ejemplo en el órgano tensor entre la obra y el espectador: en el catalogo-, escribir desde fuera del proceso creativo o de la composición-construcción de la obra... -no precisamente. Nos parece, en cambio, referirnos a lo marginal del arte desde lo marginal del arte, cuestión a la que tiende el artista para impregnarse de lo otro, entregándonos una visión depurada de aquella realidad a la que accede mediante un alejamiento, mediante un aproximarse a lo lejano para retornárnoslo al mundo simbólico mediado por una técnica que nos hace reflexionar sobre nuestra hibridada identidad cruzada por el desconcierto tecnológico. En este sentido nos parece también adecuado y más ligado a ello escribir de/en lo periférico, tomando lo periférico como una identidad conceptual autónoma que se despliega en diversos sentidos desde orígenes heterogéneos, múltiples -como es “el origen” y condición de gran parte de las obras que no están al servicio de un poder-, haciendo circular los procesos de la realidad o la visión de esta, con sus flujos potencializadores y con sus tejidos contradictorios. El arte nos acerca a los límites del lenguaje para que percibamos la posibilidad de ir más allá de nosotros mismos: salto mortal, riesgo, rompimiento de los horizontes de la cotidianidad, así como también de los límites, las clasificaciones de 1 lenguaje del arte; de lo que derivamos que “ las formas estéticas nos conducen al abismo que circunda el lenguaje” (Lukács. Aquí estamos hablando de que el arte ya no gira en función de un centro sino que, desprendido de su vieja atadura de servidumbre, se ha embriagado en el viaje sin retorno a los confines de lo humano y que, ahora en poder de lo fragmentado, y lo disperso, se vive como epopeya. Sufrimiento, desgarro, diferimiento trocado en éxtasis sensible; simulacro que el arte agencia y al cual nos enfrentamos para ver la condición de nuestra propia presencia al filo de toda experiencia Por último, la muerte del arte entendida como explosión de lo estético y su diseminación aquí y allá en los campos del saber, la aplicación, el recaudo, etc.; junto a la industria, medios, + etc., convierten al arte en una fiesta para y de los sentidos, la que no cave en salones melancólicos y que menos puede salir de talleres habitados por un artista modelo amarrado de por vida a un lenguaje racionalizado y apartado celosamente de los demás. Con esto quiero decir que al tramar la fotografía experimental, el sonido digital y la imagen ampliada en clave pública como en la presente obra de Olave Riveros, y brotando esto de la tierra y de sus habitantes al borde de la geografía, se muestra el proceso y resultado de una construcción artística que en lo remoto no le da la espalda a lo presente, lo que a mi modo de ver, tiene un antecedente claro en Downey y quizá en algún artista etnógrafo inmerso en los lenguajes múltiples adaptados, ligados a lo memorial desde el vértigo... y veamos cómo en el vértigo de lo actual La Memoria, a través de estas obras, se presenta siempre nueva e insuturable.
Ramiro Villarroel (temuko, 2004)

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